viernes, 23 de septiembre de 2011

La farmacia de mi barrio


Ayer entré en la farmacia de al lado de mi casa. Ya se sabe: que si el paracetamol, que si unas tiritas…esas cosillas. Es un comercio bastante grande y en los últimos años ha sufrido varias remodelaciones; ahora más parece un bazar que una farmacia. Había bastante gente y mientras esperaba mi turno me ha dado tiempo de curiosear…Impresionante. Lo que más me ha llamado la atención es un espacio decorado con una mesita baja, de esas de niños, rodeada de sillitas; a su vez está rodeada de una especie de biombos con brillantes colores y dibujos infantiles, el hueco contiene también juguetes, pinturas y cuadernillos para dibujar; vaya, como una mini escuela, varios pequeños hacían sus dibujos atendidos por una especie de monitora…Cerca de este espacio había otro hueco en el que se encontraban varias señoras cómodamente instaladas escuchando atentamente lo que una joven les explicaba, creo que eran cosméticos, de esos superbuenos y supercaros, hipoalergénicos, para pieles ultramegasensibles, que revitalizan en un ti-ta la piel (“el cutis”, en plan fino)…Parecían realmente interesadas, muy animadas…También resultaba fascinante el apartado de los productos dedicados al cuidado de los pies: había de todo, desde parches anticallos, limas, limitas, separadores de dedos y deditos, plantillas y plantillitas, taloneras, hasta una extensa colección de zapatos ortopédicos con muy buena pinta. Y cerca de allí, había una exposición de bañadores, he pensado por un momento que estaba en una boutique…No puedo por menos que hacer mención a la sección del bebé. Hay que ver cómo hemos evolucionado en los últimos años, qué cantidad de artilugios: biberones con todo tipo de tetinas, chupetes y chupetitos de todos los colores y texturas, esterilizadores de todos los tamaños a cual más sofisticado, baterías de cubiertos, platos y vasos de dos mil colores, diseñados para que la comida y los líquidos no se derramen y se mantengan a la temperatura adecuada, irrompibles, supermegaanatómicos; champús y cremas de todos los aromas y para todas las pieles de los bebitos, andadores con todas las garantías y normas de seguridad habidas y por haber, mordedores para todos los tamaños de mandíbulas infantiles, juegos que prometen altos rendimientos académicos, todo ello para garantizar una infancia feliz…Todos los niños de los anuncios eran lindísimos, rubios como querubines…Imposible también pasar por alto las estanterías de dentífricos: con y sin flúor, para evitar el sarro, para conseguir una sonrisa deslumbrante, para que las encías permanezcan siempre sanas, antimanchas, antitodo; había tantos tipos que tendré que consultar con el dentista y que no se me olvide preguntarle sobre las sedas dentales que el tema promete…
Y así podría seguir y seguir, horas y horas. Total, que me he sentido de lo más vulgar cuando la amable dependienta me ha preguntado qué quería, y yo, allí, solicitando mi paracetamol y mis tiritas, sin necesitar realmente nada de tantos maravillosos e imprescindibles artículos que, sin duda, me transformarían en una mujer mucho más sana y, a nada que me empeñe, mucho más guapa…Qué lugar tan sorprendente; además, en el rincón del jardín de infancia, hay guardería, ¡y gratis! Por cierto, que también venden boticas…

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