viernes, 5 de agosto de 2011

Las otras cosas del PAC

La imagen es de aquí


Acabo de leer en "El supositorio" la entrada de Vicente Baos titulada ¿Es razonable? quejándose, éso sí sobriamente, sobre los motivos de consulta urgentes que atiende en su consulta. He leído también los comentarios y señalo entre ellos
el post publicado recientemente en otro blog sobre el mismo tema, escrito en un
tono más irónico. Todo ello me ha hecho recordar un texto que escribí hace ya meses sobre este asunto y que, finalmente, decidimos no publicar por entender que podía resultar un tanto ¿agrio?...En realidad, está escrito desde el humor y creo que contiene también una parte de crítica hacia nosotros y que tendremos que trabajar también en este aspecto para mejorarlo. Ahí os va...

Enfado: Impresión desagradable y molesta que hacen en el ánimo algunas cosas. Lo he mirado en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, no vaya a ser que tuviera otro significado. Pues sí, eso es justamente lo que me pasa a veces con algunos motivos de consulta. Y la verdad, no es que me sienta especialmente orgullosa de ello, ni tampoco creo ser demasiado original…Y servir, lo que se dice servir, pues no sirve para nada; al contrario entorpece, pero…A ver, ¿quién no se pone un poco atacado cuando trabajando en un servicio de urgencias (extrahospitalaria, pero urgencias) ve a pacientes (¡muchos!) con quejas de días (¡muchos!) de evolución, a unas horas, a veces(¡muchas!), absolutamente intempestivas? O, ¿quién no se pone pelín irascible cuando reclaman su atención por auténticas banalidades, del tipo de: “se ha caído en el parque y dice que le duele el pie” y vas y miras a la criatura y corretea por la sala que da gusto y se sube a la camilla de un salto y…? Entonces, le preguntas intentando mantener la calma aquello de: ¿cuándo le ha pasado? y te contesta: “nada, ahora mismo, hemos venido en directo por si acaso…” Y qué no decir del que viene presuroso, superpreocupado, porque le ha salido un bulto en el brazo o en la cara o en cualquier otro sitio y cuando vas a explorar el desaguisado, resulta que es ¡un grano!; y es que claro, no me tengo que enfadar y, además, lo tengo que codificar y…por favor, ¿no hay nadie que me pueda dar el código del “grano”? Sí, del grano vulgar, el de toda la vida, el que te suele fastidiar la foto de turno, en fin, el que se acaba rompiendo solito y desaparece… vaya, ¡un grano! ¿O es que soy la única persona que ha tenido uno o varios granos a lo largo de su historia y no ha consultado nunca por ello, eh? Otros que también me encantan son algunos deportistas: sí, sí, como suena…Es que, claro, a veces se tuercen un tobillo, o les da un tirón, o tienen anginas como cualquier otra persona humana y servidora pues, a veces, les aconseja además de otras cosillas que hagan un poco de reposo; vaya, que si se les ha torcido el tobillo y lo tienen un poco inflamado y les duele, pues eso, que paren unos días y esas cosas…si tienen fiebre, porque están con anginas por ejemplo, pues, hombre, parece razonable que no vayan al gimnasio y…¡es que les entra una desolación! Te suelen pedir que les des algo fuerte, algo que les cure ¡YA ! Eso, en el mejor de los casos porque no es raro que coincidan con el subgrupo de pacientes que “no son partidarios de tomar nada”, ni para el dolor, ni para la fiebre, y los antibióticos: ¡eso, es ya el horror de los horrores! Solo tengo la opción de realizar una imposición de manos si quiero solucionar tajantemente el problema, porque, claro, si les canto aquello del “cura, sana, culito de rana…” mucho me temo que les va a parecer mal…Vamos, que me quedo sin arsenal terapéutico. He de reconocer que también me enfado (¡ya lo he dicho!) con los que después de haberles atendido y sugerirles que si no mejoran en unos días (habitualmente suelen ser cosas leves) con el tratamiento o si empeoran, pidan cita con su cabecera y va y te dicen: “no, si tengo la cita ya cogida para mañana, era por ir adelantando”. ¡Glup! No sé ni qué decir, es lo que hay. Pero puede ser aún peor, sí , sí: resulta que a veces les ha visto su cabecera o su pediatra esa misma mañana y VUELVEN, vuelven ya, sin haber empeorado ni nada, es que están exactamente igual…Otro formato de consulta que me encanta es la “grupal”; suele ser frecuente en mañanas o tardes, al caer la noche, domingueras. Tengo que decir que es mi hora preferida: nada mejor que un domingo al atardecer, después de llevar todo el día viendo pacientes, para rematar la faena con una visita grupal como si el ambulatorio fuera un parque temático. Suelen ser padre y madre acompañados de dos, si hay suerte, o tres, si no la hay, preciosos niños de saludable aspecto. Casi siempre uno de ellos tiene mocos y tos, lleva así unos días y…mientras miras a la criatura el resto pulula por la consulta, toquiteándolo todo, mientras uno de los padres le amenaza inútilmente con que si no se porta bien, “la señora” (o sea, yo) se va a enfadar: pero, ¡si ya estoy enfadada, guapo! me dan ganas de decirle a la inofensiva personita. Cuando ya has acabado con el primero, la madre te dice con cara de circunstancias que el otro está igual, igual, oye, pero además tiene unas décimas. Vuelta a empezar y cuando ya crees que has terminado, el padre o la madre, tose y va y te dice que qué tal si le miras, que le parece que se lo han pegado…
En fin, estas son también las “Cosas del PAC”, para las que no encuentro demasiadas respuestas. Tal vez tendré que reformular las preguntas, hacérmelas a mí misma y reconducir la búsqueda mirándome para adentro…Os prometo que si encuentro las respuestas, os las haré llegar.

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